viernes, noviembre 28, 2008

La Alianza de cara a su máximo desafío electoral en 50 años

El triunfo obtenido en alcaldes en las elecciones municipales de octubre ha colocado a la derecha por primera vez en muchos años, quizás por  primera vez desde el triunfo de Alessandri el ’58, con posibilidades de alcanzar democráticamente el poder ejecutivo en Chile. No obstante, no hay que engañarse con este éxito: el camino a la presidencia no es carrera corrida y la derecha ha demostrado una fúnebre habilidad para autoboicotearse a lo largo de estos últimos 20 años, al punto que la mayoría de los analistas especializados se preguntan si verdaderamente podrá lograr el desafío que se ha planteado.

Después de todo, el triunfo en alcaldes y la derrota en consejales ha puesto nuevamente de manifiesto que la ciudadanía apoya la gestión local de la Alianza pero que mayoritariamente desaprueba el trasfondo ideológico de los partidos de derecha.

 

Si la Alianza desea derrotar a la poderosa máquina electoral y espiritual de la Concertación, es necesario que aprenda a correr riesgos, riesgos que ha sido incapaz de afrontar durante el último medio siglo.

            Para poder comprender esto a cabalidad, es necesario revisar con detalle la derrota de Lavín contra Lagos en 1999. Pese a perder sólo por 102 mil votos en segunda vuelta ganando en cinco regiones –y acercarse a 30 mil votos de diferencia en primera y derrotarlo en mujeres en ambas-, el éxito electoral de Lavín no estuvo cerca por muy engañosas que puedan resultar las cifras. Porque el problema de Lavín no estuvo en aspectos soft de su campaña –el diseño publicitario de campaña, las propuestas concretas realizadas, el estilo cercano del candidato, el tiempo para convencer a más votantes, etc.- sino que por el contrario: esos aspectos fueron sus principales fortalezas. Además, la derecha tiene a sus propios Tironi’s de calidad. Es en los aspectos duros –como los planteamiento de fondo de los partidos políticos sobre su visión de un Estado-Nación, la historia asociada a cierta tradición democrática-, en suma, aspectos complejos de modificar en el corto plazo, donde la derecha hizo (y hace) agua. Es decir, obtener ese 1 ó 2 % que le falta a la Alianza para obtener la mayoría absoluta en la votación es más costoso que subir hasta el 48-49% de la votación.

            En esta elección presidencial que se avecina, la derecha cuenta nuevamente con un potente candidato para ganar. Nuevamente también, el país se encontrará bajo una crisis económica, aunque presumiblemente de menor impacto que la vivida tras la crisis asiática. Finalmente, será la primera elección presidencial con Pinochet muerto.

            Pero creo que se equivocan quienes suponen que en la elección presidencial basta con hacer unos ajustes menores en la campaña –un buen slogan, un programa de propuestas accesible, un recorrido extenso por todos los recovecos del país, un planteamiento express de temas pendientes como derechos humanos, voto a chilenos en el exterior, etc.- para ganarle a la Concertación. Lavín, que era un excelente candidato y exponente al respecto, no pudo sólo con eso. De hecho, hoy el mismo Joaquín lo vocifera a los cuatro vientos que se requieren cambios de fondo en la Alianza.

Todo lo que sigue tiene como punto de partida este postulado: la derecha ha fracasado en los últimos 50 años porque no ha sabido leer las necesidades y aspiraciones de la sociedad chilena y no por un tema de mal marketing o por una mala estrategia de venta de sus ideas. El problema de la derecha no son los candidatos –como acaba de quedar demostrado en la elección de alcaldes- sino que los partidos políticos, sus planteamientos de fondo y la forma en que han interaccionado entre ellos.

            Por eso esta elección plantea un desafío mayúsculo a la Alianza por Chile. Porque tiene posibilidades reales de ganar, pero no lo hará si no hace un esfuerzo serio, de fondo, doloroso, por ofrecerle al país mejores condiciones de vida con una propuesta atractiva, desafiante, nueva. Aspecto especialmente complejo en una coalición acostumbrada por varias generaciones a gobernar el país desde las sombras de la economía.

¿Cuáles serían estos desafíos? Podríamos armar una larga lista, pero en mi opinión personal, estos desafíos podrían resumirse en cuatro. Estos serían:

 

  1. Mostrar una agenda política de futuro. Es decir, la Alianza tiene que mostrarse más progresista que la Concertación en varios ámbitos para derrotarla en las urnas.

Se equivoca Allamand cuando supone que el desalojo es suficiente para derrotar a la centro-izquierda. El desalojo sólo apunta al voto-castigo, a la lógica de la alternancia en el poder como un derecho adquirido de la Alianza.

      Si después de 20 años de gobierno la Concertación ha ganado todas las elecciones más políticas que existen –concejales, diputados, senadores-, apostar sólo al desgaste es  ilusorio. Sobretodo si todas las últimas mediciones electorales han mostrado que el desgaste es del sistema político en su conjunto y muy especialmente, de todos los partidos políticos tradicionales. Incluidos, por cierto, RN y la UDI.  

      Convertir a la Alianza en una verdadera coalición progresista significa un cambio en 180 grados en como ha venido operando el conglomerado hasta hoy. Significa replantearse temas que están enquistados en el corazón de muchos dirigentes aliancistas de la década de los noventa.

      Existe entre los viejos dirigentes una convicción monolítica de oponerse a  reformas centrales de nuestro sistema político que no encuentran el mismo eco en las nuevas generaciones. Sólo por nombrar las más importantes, las propuestas del voto voluntario, la reforma a un sistema poco representativo como el binominal (en un país que la desigualdad se refleja en múltiples campos como los ingresos, las oportunidades y la política) y la democratización de los cargos provinciales y regionales.

      El caso del sistema binominal es especialmente grave ya que esconde una contradicción enorme del conglomerado de derecha. Hay que decirlo ahora con todas sus letras. Por que si bien por un lado, la derecha ha tomado como su bandera de lucha la defensa de la transparencia y la lucha contra la corrupción, el sistema electoral que ha defendido con uñas y dientes desde 1990 a la fecha incentiva exactamente las conductas contrarias.

      Si allí donde se supone que los ciudadanos deben escoger a sus representantes los partidos políticos poseen un mecanismo para nombrar a dedo a sus candidatos y, más encima, sacarlos elegidos aunque sean ampliamente derrotados, toda crítica hacia prácticas clientelares del gobierno suenan a discurso hueco. ¿Quiénes son estos que rasgan vestiduras por la transparencia y la honorabilidad pero que llevan candidatos pre-cocinados a las elecciones?

      Quiero ser majadero en esto: el binominal es una artimaña tecnicista que la gran mayoría del país no entiende cómo funciona en detalle pero está consciente de sus resultados: genera injusticia con la voluntad de los votantes y ancla a los puestos a los apitutados de siempre.

En Chile, el elemento principal que atenta contra el accountability y la rendición de cuentas por parte de los partidos políticos, eso es sin lugar a dudas, el sistema binominal. El binominal además es poco representativo electoralmente y le quita competencia al sistema político. Protege a los dirigentes que están hoy al mando de los partidos políticos de la decisión soberana de los votantes.

 

La inmensa falacia contenida en el “preocupémonos de los problemas reales de la gente” instaurada por la lógica de gestión eficaz de Lavín a fines de los noventa debe ser desechada. Primero, porque la frase nació como excusa para oponerse a las reformas políticas que planteaba la Concertación como el fin a los senadores designados, la inamovilidad de los comandantes en jefe, entre otros que terminaron igualmente por aprobarse. Segundo, porque los problemas de la gente no son una realidad en sí, sino que cada actor y conglomerado lo mira desde un prisma particular, un prisma político. No se habla de pobreza o salud sin hacer inmediatamente referencia a un marco conceptual específico que hay que transparentarlo. ¿Desde dónde se habla? ¿Cuáles son las propuestas específicas?

      Lo anterior se relaciona profundamente con el malestar difuso que siente la derecha, desde hace 70 años, con participar en política. Desde Ibáñez del Campo que la derecha ha sostenido que se encuentra el la política a su pesar, sólo por una responsabilidad moral para con la sociedad.  

 

¿Cuál es la agenda de desarrollo político de la Alianza por Chile? Al parecer no la tiene o esta se reduce a ir aceptando progresivamente, a través de los años, las propuestas de la Concertación. Tantos años en la oposición hace que muchos dirigentes estén cómodos en esa posición y los vuelven de pronto demasiado críticos no sólo con el gobierno, sino que con el Estado y la sociedad en general. En cierta forma, existe la percepción de que parte de la derecha es más reactiva que propositiva.

 

  1. El segundo gran desafío es demostrar el compromiso democrático de la Alianza. La mejor y más arriesgada forma de lograr esto en el corto plazo sería organizar primarias en la Alianza. Pero no cualquier tipo de primarias ni unas hechas a la medida del favorito Piñera: unas primarias abiertas, que permitan a cualquier chileno mayor de 18 años –inscrito o no- votar en ellas. Asimismo, resulta imprescindible coquetear lo mayor posible a Adolfo Zaldívar de participar en ellas, aún al riesgo de que los descolgados de la Concertación intenten de hacerlo triunfar para detener a Piñera. De eso se trata exactamente: de acercarse verdaderamente al centro político del país, de convencer a los desencantados que un gobierno de derecha no sólo no es peligroso, sino que podría ser provechoso en muchos sentidos. El que va a votar a las primarias de un conglomerado cuenta después con mayor lealtad para volver a elegir al candidato del pacto, aunque su candidato específico hay a sido derrotado en la primaria.

Pero no intentándolos convencer como lo ha hecho hasta ahora la Alianza. Hasta hoy, la Alianza sólo ha ofrecido un pacto electoral y no un pacto verdaderamente político con los desencantados de la Concertación. A fin de cuentas, más allá de los cargos con que se premiará a quienes se unan al pacto, urge convencer a quienes se sienten representados por dichos representantes, más que a los representantes en sí. Para ello no basta negociar cupos o ministerios, sino que hay que abrirse a flexibilizar –esa palabra que tanto desagrada a muchos dirigentes de derecha- el programa de gobierno.  

 

  1. Comprender que la negociación parlamentaria entre los partidos es secundaria (la derecha lleva los últimos 20 años conformándose con ella) y que el desafío principal es la Presidencia. La consecución del poder ejecutivo debe supeditar todo el resto de la configuración electoral. Últimamente hasta se ha filtrado que los partidos de derecha ya tienen distribuidos los ministerios políticos en caso de llegar a la presidencia. ¡Eso es poner la carreta delante de los bueyes!

 

  1. No caer en la trampa de los dilemas éticos.  En la derecha chilena existe una verdadera vocación por la ética de la convicción. La Concertación, en su afán de retener el poder y sabiendo la contradicción interna entre la derecha liberal y la conservadora, harán lo imposible por enemistarlos con los votantes. Si la derecha pisa el palito el 2009 (como lo hizo este año con la pastilla del día después), se habrá anotado un nuevo autogol.

Con los dilemas éticos se ganan muy pocos nuevos votos y, por el contrario, se pueden perder fácilmente varios cientos de miles.

Nadie espera que de la noche a la mañana la derecha se vuelva pro-abortiva o promotora de la adopción de hijos de las parejas homosexuales. Pero la derecha necesita no confundir sus deseos con la realidad. La homosexualidad no es una enfermedad y su reconocimiento legal es sólo hacer letra lo evidente. Se pueden discutir los términos o conceptos, pero no se puede detener el avance de los procesos sociales.

 

Si Piñera no logra hacer modificaciones de fondo a la Alianza por Chile antes de diciembre del 2009, la derecha habrá desperdiciado una nueva oportunidad. Aunque pierda por sólo 15 o 50 mil votos en una reñida segunda vuelta, una quinta derrota presidencial consecutiva sería un desastre imperdonable.

            Como dijo Max Colodro hace algunas semanas, si la derecha es incapaz de hacerse del gobierno en esta oportunidad, toda una generación de dirigentes debiera irse para la casa con humildad  y con la convicción de que fueron incapaces de armar una propuesta-país atractiva.

            Peor aún, seguirá colaborando –al tener propuestas poco competitivas con la Concertación- al desprestigio de la actividad política en Chile y agregándole parafina a una democracia que puede volcarse al populismo en cualquier momento. Sólo falta que un buen candidato corra con colores propios.

            La derecha no puede arriesgarse a perder nuevamente, pero aún no sabemos si está dispuesta a luchar de verdad como colectivo –no como voluntarismo individuales- por el control político del país. Es la duda que se despejará en los meses venideros. 

matias

domingo, enero 20, 2008

El fracaso maquillado


Ahora que estamos empezando el año 2008, no está de más volver la vista al gran dolor de cabeza del gobierno este año: el Transantiago. Con la renuncia con "vale otro" del ministro Cortazar y el informe de la cámara de diputados en mano, el transantiago se presenta ahora -a 10 meses de su dolorosa puesta en marcha- como un monstruo un poco más armado y menos horrible que el que soportamos por meses.
Pero ello no significa de que las cosas estén en un nivel aceptable. Cuando el ministro Cortazar y otras personalidades publicas e refieren a que el principal escollo de sistema de transporte capitalino es "la mala evaluación de los usuarios", se refieren a ello como si sólo reflejara la opinión subjetiva y antojadiza de unos usuarios que están exigiendo más allá de la cuenta.
El mismo Vidal ha dicho recientemente que "hay absoluta confianza del ministro Cortázar de que las cosas se están haciendo bien", al tiempo que dijo que "ya cumplió con lo esencial a lo que se comprometió, a más buses, a más recorridos nuevos, a modificar los contratos y a renovarlos. Eso está hecho".

Pero no: no se está pidiendo que se cumpla con lo que el sistema prometió (rebajar el tiempo de viaje y que estos sean más expeditos) sino que simplemente que el transantiago cuente con las mismas condiciones infrahumanas del sistema de las amarillas. Y hasta el mismo día de hoy, la calidad del servicio es sub-amarillas.

Aunque los medios de comunicación hicieron eco de la pléyade de culpables que identificó el Informe de la Cámara de Diputados, se obvió el tema fundamental al respecto, que no es otro que esta simple conclusión: El Transantiago, como intervención global del espacio metropolitano, fracasó.
Cuando se reconoce que los problemas del proyecto no sólo estaban en la implementación del mismo sino que también de forma importante en el diseño, lo que se está diciendo es que la forma en que se estructuró todo el sistema -el soporte institucional a la base, la licitación de recorridos, el diseño de los trasbordos, etc- adoleció de errores profundos.
Sinceramente me pregunto: ¿eso se soluciona unicamente inyectando más buses al sistema o realizando las obras de segregación de vias pendientes? ¿Se soluciona mejorando el acceso a la tarjeta BIP en más centros de venta? ¿se soluciona construyendo 4 mil paraderos techados para el invierno? Con toda la sinceridad del planeta, "no". Se está tapando el sol con un dedo.

No, no y no. La intervención global del Transantiago fracasó. Reconocer esto en serio implica ser lo suficientemente serios para decirnos a nosotros mismos: "el sistema de transportes en la capital no mejorará sustantivamente en, al menos, 3 a 4 años". El sistema no funcionara según lo proyectado nunca, sino que simplemente subsitirá con más pena que gloria por los siguientes años.
Quien diga lo contrario, está pensando en las municipales del 2008 o las parlamentarias del 2009. Esta es una verdad ferozmente cierta: el transantiago NO SE SOLUCIONARA en este gobierno. Y no porque siga siendo inoperante el gobierno, como le gusta predicar a la derecha, sino que porque rediseñar por completo un sistema de transporte para una ciudad metropolitana de las dimesiones de Santiago requiere de al menos ese tiempo. Hacerlo en menos tiempo es seguir con la lógica del parche curita frente a la fractura expuesta.
Yo creo que por sincericidio polítioa hay que decir el tiempo que tomará regularizar el transporte publico en esta ciudad. Aunque le cueste a la Concertación la mitad de las alcaldías este 2008. Mejor pagar el costo político ahora que perder el gobierno el 2010. Vamos a ver si tienen coraje.


matias

sábado, enero 12, 2008

Feliz año Nuevo

Con este video de la celebración del año nuevo de mi hermano y de un amigo en Isla de Maipo le deseo a todos un feliz año nuevo.

saludos, hip

matias