miércoles, marzo 08, 2006

Cuba - Mundos Paralelos


(el primer día en Cuba)

Nuestro arribo a la Habana fue un duro golpe a nuestra inocencia. sin reserva previa y con nuestra mejor buena disposición, la sorpresa en inmigración no se hizo esperar: no podíamos ingresar al país sin una reserva en un hotel cuico de 26 euros pro noche.
Arrinconados y a regañadientes accedimos. Pero lo peor estaba por venir. Posterior a la revisión de los bolsos y a un metrod e la salida me invitaron a ser revisado manualmente. No puedo referirme al evento de otra manera que de tortura psicologica.a partir de la sospecha de que portaba droga fui revisado parsimoniosamente por ccerca de 50 minutos. "Ya cabro, confiesa" me decían. "¿Qué traes? ¿Marihuana? ¿Hachís?". "La máquina lo detecto y la máquina no miente". Me dieron la oportunidad de que confesara... pero no había nada que confesar. Brígido. Al comienzo tuve miedo pero después me puse firme porque yo no portaba nada. ¿O mi cara es de muy volado?
Me hostigaron tanto que al terminar de revisar mi 2do bolso me pidieron disculpa por las molestias. Sólo entonces agregué sardónico "No se preocupe, yo entiendo que son los procedimientos preventivos adecuados". No esperé respuesta, sonreí a diestra y siniestra y salí del airport.
Todo el grupo estaba choqueado por la dureza del recibimiento. En el taxi al hotel nos fuimos en un atoimpuesto silencio. Gordo era de la idea de preguntarlo todo porque eramos turistas y teniamos derecho a saber que se podía y que no se podía hacer, mientra javita y yo eramos de la idea de autocensurarnos, evitando preguntar hasta no comprender los guiones culturales asociados (que a la larga fue la política que se impuso).
De cualquier manera fuimos nuevamente hostigados por la policía al acercarnos a la tribuna antiimperialista de la que -no obstante- obtuvimos unas bellas fotos.
El duro recibimiento inicial y la fuerte segregación de servicios entre cubanos / extranjeros nos hizo sentir una extraña sensación de 2 mundos distintos y paralelos entre los cuales siempre estabamos caminando entre sus fronteras. No sabíamos donde comer (y donde no) o si pagar en pesos cubanos o en pesos convertibles. Estábamos confundidos. Aún lo estamos.
Además, el fantasma de las palabras de Ampuero estaba en cada esquina. En el Coppelia se nos sentó un caballero de 50 años que era profesor de ajedrez en la Universidad de la Habana. Como era simpatico y conversador -al punto de criticar abiertamente a Fidel, algo que uno pensaría es tabúen Cuba- no sabíamos si hablaba sinceramente, quería timarnos o, en la alternativa más paranoide, espía encubierto del régimen (uno aquí se ríe, allá tb pero = se pasa el rollo). Finalmente, acabamos jugando una partida de ajedrez en su casa cerca de la Universidad de la Habana. Eso le dió el primer toque dulce a un viaje que pintaba bastante agrio.



matias