martes, agosto 30, 2005

La Democracia y la Demomuda



Se me viene a la cabeza una frase persistente de la Derecha en los noventa cuando una de las banderas de lucha de la Concertación eran las reformas constitucionales: “Preocupémonos mejor de los problemas reales de la gente” decían. Específicamente se referían a temas como la delincuencia, el empleo, salud y educación, entre otros. Más allá que los temas fueran usados como excusa para camuflar su oposición a las modificaciones, es legítimo preguntarse si se relacionan las reformas a la Carta Fundamental con mejora en esos indicadores sociales.
           Porque como sociedad creo que es más evidente que nos beneficiamos con legisladores y alcaldes escogidos de manera más representativa, pero ¿cómo sirven dichas reformas para lograr una mejor atención en salud y educación, para lograr reducir las tasas de desempleo y de delitos? Siento que la pregunta que deriva de las excusas Aliancistas es válida ya que una democracia sólo tiene sentido para sus habitantes cuando les ayuda a mejorar su calidad de vida y les permite, les da el espacio, para realizarse como personas (versus mostrarles el camino como la utopía comunista). Una democracia que aparenta ser normal en un país devastado por la miseria no es otra cosa que una ignominia (aunque hay que ocupar este argumento con cuidado, porque puede ser usado para justificar intervenciones imperialistas, como pareciera que ocurrió con la salida de Jean Bertrand Aristide de Haití hace un año).
           Esta pregunta se hace todavía más legítima cuando el Informe PNUD del 2002 muestra que menos de la mitad de de los chilenos considera que la democracia es preferible a cualquier otro sistema de gobierno, mientras que un 32% considera que “da lo mismo” el tipo de gobierno.
Según Pato Navia un diseño institucional más competitivo lograría alinear más las agendas públicas con los deseos de los ciudadanos. Comparto su opinión, pero considero que no es suficiente. Hay factores no-institucionales (en el sentido, que no son declarativo formales o no son concientes) que juegan un gran rol en el actuar de los integrantes de los partidos.
           A modo de botón, dos ejemplos. El primero trata del desmedido cretinismo social producido –en mi opinión- por el valor dogmático que ha tomado la racionalidad económica. Esto se puede resumir en una brillante frase de Marco Antonio de la Parra : “nadie vive en el país que gobierna”. El Ministro de Salud no se opera en los hospitales que administra, el de Educación no coloca a sus hijos en los liceos que gestiona. Uno a uno vamos viendo que nuestros gobernantes viven en un país privado, pero administran otro país, el país público. ¿Qué incentivos tienen ellos para mejorar efectivamente la calidad de la educación en los liceos? ¿Se verán afectados por la baja en los puntajes SIMCE o por la conversión de las colas reales en los hospitales en colas virtuales, telefónicas? Lo más probable –casi lo juraría a ojos cerrados- es que no les afecte.
           Lo feroz de este argumento es que también nos interpela a nosotros, como futuros profesionales (y actuales estudiantes); que nos declaramos interesados por hacer un aporte al país: ¿Estamos dispuestos a vivir en el país en el que intervengamos? Siento que muchas veces la efectividad de nuestras herramientas aprendidas en las aulas falla porque no somos capaces de tomar ese compromiso, de desprivatizarnos.
           Otro ejemplo de prácticas informales que dificultan una democracia en el sentido más amplio que le hemos dado aquí –versus la noción de que un partido pierda elecciones- es que existen altas barreras de entrada a los partidos políticos, o al menos a sus cúpulas. Si vemos que RN es dirigido por el ex ministro del Interior de los 80’s Sergio Onofre Jarpa y que la DC está guiada por el hermano de Andrés Zaldivar, podemos hacernos una idea del caudillismo y proselitismo que reina en dichos terrenos.
           No quiero sonar muy pesimista pero, como decía Nicanor, nuestra democracia a veces parece más una demomuda cuando se trata de enfrentar temas complejos de nuestra sociedad como son el desigual acceso a las oportunidades de los distintos Chiles: el privado y el público. Otros países con peor educación y salud que nosotros tienen, sin embargo, mejores democracias.

atte
matias

1 comentario:

Pablo Alfaro dijo...

"nadie vive en el país que gobierna"... excelente reflexión. Qué hacer? Una cosa es que no usen los hospitales, pero ya es vergonzoso cuando tienen la desfachatez de decir que "Santiago no colapsó con las lluvias".
Y toda la razón... para uno... q queda...