domingo, mayo 14, 2006

El circo del Sol y nuestro etnocentrismo alienado


Hace unas dos semanas tuve la dicha de sentarme en una de las butacas del espectáculo Saltimbanco que ofrece el Cirque de soleil en la Carpa de la Ciudad Empresarial. En verdad no fui yo sino mi madre quien rescató algunas entradas para que mi tío Javier y yo pudieramos venir a gozar de este espectáculo de clase mundial. Antes del minuto uno ya sabía que vería algo maravilloso.

Como muchos ahí, aplaudía a rabiar a la pequeña caminadora sobre la cuerda, me atemoricé de ser sacado al escenario por el expresivo mimo y me enternecí por la familia gimnasta. Mientras estaba allí sentado pensaba que el show era bastante.. mmm… bueno. En verdad, me di cuenta que yo no podría estar tan seguro de afirmarlo porque pese a que digo gustar del circo (“como no, qué piruetas tan lindas”) reconozco que ni siquiera he ido al circo de los Tachuelas cuando aterrizan en General Velásquez todos los septiembres.

¿De dónde me nació entonces este furor repentino por las piruelas artísticas y las jugarretas de los payasos? ¿Una iluminación celestial, la aparición de una súbita vocación artística? Lo dudo. Más bien creo que es un rasgo más de nuestro etnocentrismo alienado, la querida y vapuleada elite de Chilito.

Etnocentrismo alienado significa que uno considera a una cultura foránea superior a la nativa, un síntoma bastante parecido al reverso del patriotismo. Por supuesto, aquí no se trata de que existan culturas superiores o inferiores de otras sino que simplemnte y, al igual que cuando hablamos de personas, las culturas pueden tener mejores desempeños en indicadores específicos pero resulta difícil –por no decir imposible en nuestra era posmoderna- volver con la cantinela de culturas mejores que otras.

Es decir, reafirmar nuestra negativa a aceptar lo mestiza de nuestra matriz cultural. Y, por favor, no se trata aquí de no ir a ver Saltimbanco. Nada de eso. Simplemente de que vayamos a Saltimbanco a disfrutar de un buen show de circo y no de uno de los constantes “espectáculos internacionales de renombre”.

Algo parecido me ocurrió con el recital de U2 en Chile. A menos que sintiera por ellos una devoción musical casi religiosa –rayando en una adicción patológica- jamás pagaría medio sueldo mínimo por ir a verlos. Obvio que no fui. La duda con la que permanezco es si realmente Chile es un templo de adoración a Bono o una cultura sobreexcitada con el éxito.

Raya para la suma: puede que no sea tan exagerado como lo planteo, que nuestro aumento en el PIB per capita ya nos permita como país acceder a espectáculos de orden mundial no solamente asombrados por su éxito internacional, pero la actitud parece sospechosa. Más adicción y arrribismo que gusto sincero por el arte o la música.



matias

2 comentarios:

Anónimo dijo...

That's a great story. Waiting for more. » » »

Anónimo dijo...

Best regards from NY! » » »